domingo, 25 de septiembre de 2011

Diálogo con el pasado


Confunde un saludo que no es para él y se acerca. Pide fuego y se sienta con dificultad a fumar su tabaco. “Esto antes no era así, ha cambiado y mucha gente se ha ido”. Se refiere a Purmamarca, pueblo que quedó detenido en el tiempo porque es lo que vende. 

El “Chancho” Martín tiene 55 años y también quedó detenido en el tiempo. Es el pasado en persona.

Cuenta que aquí vivían muchos comunistas que reclutaban compañeros organizando asados y hablando de ideas muy raras. “Yo era joven y les decía que no se metan, que iban a terminar mal por guerrilleros. Y así fue... muchos no se han salvado”. No hay que ser muy lúcido para entender de qué no se salvaron y, también, que él sí se salvó porque “no fue comunista”.

“Yo estaba terminando la colimba y se veía venir...”. Me pregunta si sé algo de Perón y los Montoneros, si me gusta la historia y en qué año nací. El pasado estaba dispuesto a contar pero el alcohol lo distraía. Trato de encarrilar la conversación y que relacione la advertencia a los comunistas con su pertenencia al ejército.

Es ahí cuando no recuerda con claridad en qué año lo enviaron a Tucumán a “terminar con los subversivos guerrilleros comunistas de izquierda que estaban en el monte”.

Le digo que debe haber sido en el ´75. El 5 de febrero de aquel año, la entonces presidenta Isabel Martínez de Perón firmó un decreto que ordenó al Ejército Argentino iniciar la Operación Independencia en la provincia más pequeña del país.

El monte tucumano era zona de operaciones del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) entre otras organizaciones que en conjunto optaron por la vía armada.

“Estaban haciendo un desastre y había que terminar con eso. Nos mandaron al monte a matarlos, directamente”. Recuerda cómo los mataba.

“Tocaba sus cabezas y les pedía perdón”, dice mientras toca mi cabeza y pide perdón; “apuntaba a la cabeza”, simula un arma con su mano y apunta a mi cabeza; “¡pum!... y a la fosa”.

Sus ojos colorados y entrecerrados no se movían de mi cara buscando algún gesto de comprensión. A cambio sólo obtuvo una pregunta, necesitaba saber qué sentía al momento de disparar.

“Lo tenías que hacer, sino eras un traidor a la Patria”. Aparece el concepto de obediencia debida, aunque sea tan asesino quien da la orden como quien la ejecuta.

“Mi primo era guerrillero, yo le avisé”.

Señala un paredón del otro lado de la calle. “Los paraban en uno igual a ese, uno al lado del otro. El superior nos decía que quien quiera ser argentino que dé un paso al frente con el fusil...”. Imita la voz de mando y grita: “¿Quién es argentino, carajo?”.

En uno de esos paredones estuvo su primo y él se convirtió en argentino.

El pasado es un gran narrador además de asesino. Es capaz de describir perfectamente los detalles de lo vivido para transportarte al lugar y momento de la historia.

Prende otro cigarro, me pregunta si sé algo de Perón y los Montoneros, si me gusta la historia y en qué año nací. Su botella de agua mineral todavía tiene, no hay apuro.

“Lo que hicieron los militares no sé si estuvo bien –se desliga-. Pienso que hay cosas que había que hacerlas pero algunas no. Yo vi lo que le hacían a las mujeres, algunas embarazadas. Lo vi yo, no me lo contó nadie, eh”.

Así deriva en su paso por uno de los centros de detención más emblemáticos de la última dictadura militar. Ya no le creo demasiado, pero me interesa escucharlo. Baja la voz como si ni él mismo quisiera escuchar lo está por contar. “¿Sabe lo que es la ESMA? Queda allá en Buenos Aires. Yo estuve ahí...”.

El pasado y yo nos miramos fijo a los ojos, en silencio. Los suyos se comenzaban a llenar de lágrimas y los míos no puedo saberlo. Luego de unos segundos hace un movimiento con sus cejas, apenas las levanta, como cediendo la palabra.

“Sí, conozco. Hoy la ESMA es un museo”, digo. El pasado no lo sabía y tomó mis palabras a modo de reto. Agachó la cabeza y largó el llanto. “No quiero recordar, no quiero recordar”, dijo incontables veces como ordenando a su memoria que no trajera de regreso aquellos recuerdos.

“Sueño con todo eso, me despierto con todo eso. Estoy pagando en vida todas mis cagadas... yo sí las estoy pagando”. Busca responsables: “Ese Massera hijo de puta y todos los demás. Ellos estaban sentados en sus escritorios y los que matábamos éramos nosotros”. Se justifica y busca comprensión. No lo logra.

El “Chancho” Martín está libre y cuenta su historia. Los máximos responsables de la represión estatal de los años ´70 están muertos, en prisión domiciliaria o se abstienen de declarar en los juicios que avanzan en su contra. Sí, ese Massera hijo de puta y todos los demás.

Martín toma un trago, enciende otro cigarro y me pregunta si sé algo de Perón y los Montoneros, si me gusta la historia y en qué año nací.

2 comentarios:

  1. Muy buena historia, está basada en testimonios reales?? saludoss

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  2. Hola. Sí, la charla fue durante un atardecer en Purmamarca.
    Gracias, saludos.

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