viernes, 23 de diciembre de 2011

"No paniqueen"

Carta de El Flaco difundida por sus hijos vía Twitter.

Tiene cáncer. Sí. Pero de pulmón y está bien, "en pleno tratamiento hacia una curación definitiva".

No paniqueen. Los jefecitos de la primicia que buscan muertes redituables para sus tapas impactantes y suplementos especiales son "buitres de turno". Siempre lúcido.

Fuerza, Flaco.















Carta de mi Papá Luis Alberto

Buenos Aires                                                                                             Diciembre 23, 2011

Mi nombre es Luis Alberto Spinetta.

Tengo 61 años y soy músico.

Desde el mes de Julio sé que tengo cáncer de pulmón.

Estoy muy cuidado por una familia amorosa, por los amigos del alma, y por los mejores médicos que tenemos en el país.

Ante el aluvión de información inexacta, quiero aclarar públicamente las condiciones de mi estado de salud.

Me encuentro muy bien, en pleno tratamiento hacia una curación definitiva.

Quiero agradecer a todos por la buena onda que he recibido, y pedirles que no paniqueen, y no tomen en cuenta las noticias que han generado los buitres de turno.

No tengo ninguna red social, ni Twitter, ni Facebook, etc,  por lo tanto todo lo que lean al respecto es falso.

Pertenezco a Conduciendo a Conciencia, y les recuerdo que ahora en las fiestas, si van a conducir no deben beber.

Gracias. Los quiero mucho. Felices Fiestas.

Luis 

Fuerza, Flaco

Se confirmó –públicamente- que El Flaco está enfermo. Tristeza.

“Ni se te ocurra decirlo en la radio, eh. En serio pibe. El Flaco merece el mayor de los respetos.”, me dijo hace un tiempo un señor setentista. Respeto.

Fuerza, Flaco. Sí. Pero paremos la pelota. No todo cáncer es terminal. La información es escasa y los jefecitos de la primicia se pelean para ver quién invade más rápido y mejor –o peor- la privacidad de Luis y su familia.

Escuchemos. Como siempre. Escuchemos su música de vanguardia que nunca dejará de abrir puertas hacia lo desconocido. Escuchemos las letras del mejor poeta del rock argentino. Escuchemos cuando habla y enseña.

Hoy: escuchemos su silencio. Y respetemos su silencio.

Eso sí: fuerza, Flaco.




martes, 20 de diciembre de 2011

¡Cómo la tuve que remar!


¡Cómo la tuve que remar!

Por Pato Colombatti.

Miralos, miralos cómo saltan los tres abrazados, se cantan todo. Vos los ves ahí saltando y cantando todas las canciones y parece que se hubieran criado acá a la vuelta, en el pasaje Corbatta.

Pero no, eh. ¿Sabés cómo la tuve que remar para hacerlos de Racing? Sí, claro, vos la ves fácil porque seguro vivís acá, en Avellaneda. ¿O no? Y, claro, ¿ves?

Ustedes vienen al Cilindro cuando se les canta. Fijate cómo está hoy la cancha. Esto es una fiesta. Metés a cualquier pibe adentro de este carnaval y no hay manera de que no te salga de Racing. Pero, ¿vos sabés lo que es hacer un hincha de Racing allá, en un pueblito de La Pampa?

Lo que pasa es que allá la mayoría es de Boca o River.

¡Y te cagan la fruta, viejo! Vos no sabés las cosas que tuve que hacer para que no me los robaran. Para colmo hay una edad complicada para estas cosas, te diría que es más o menos en los primeros años de la escuela primaria, donde los chicos se prenden en la que está la mayoría. Imaginate una criatura a los seis o siete años; en medio del recreo, le preguntan de quién es hincha, “¿de quién?¿de Racing? ¡Pero si ustedes nunca ganan nada!”, les decían.

Y para colmo era cierto. Te venían con esa historia de la escuela y uno tenía que salir con “Sí, pero fuimos los primeros Campeones del Mundo”, “Por algo nos dicen La Academia”, “Tenemos los colores de la Patria”, y que sé yo cuántas cosas más buscaba uno en la historia de Racing para que no desertaran.

El mayor de los tres, ése de barbita, lo vio campeón recién cuando tenía dieciséis años. ¡Dieciséis años! Imaginate las que se tuvo que comer.

Cuando jugaba la Selección yo le decía que era Racing. Y gritábamos los goles como si fueran de Racing, eh. Se va al carajo, pensaba yo. Total la Selección tiene muchos hinchas. Entrábamos a los negocios de ropa deportiva para comprarle una camiseta y eran todas de Boca o River. “Lo que pasa es que somos muchos hinchas de Racing y se venden enseguida”, le mentía.

Nooo, ustedes no se imaginan lo que es hacer un hincha de Racing allá en el pueblo. Hacer uno ya es difícil, ¡yo hice tres! ¡Tomá! Que me los vengan a dar vuelta ahora.

Pero miralos ahora, miralos cómo saltan los tres abrazados, con camisetas, gorros, banderas. Se cantan todo.

Y fijate qué cosa rara, el caso mío fue al revés. Porque cuando yo era muy chico creo que era de Boca, no me acuerdo bien, pero si mi viejo era fana de Boca yo seguro que andaba por ahí. Resulta que teníamos un vecino, el “Zito” Paccioni, que era fana de La Academia y había sido un buen jugador de fútbol, ahí en el pueblo nomás. Y por supuesto, le decían Zito por Vicente Zito, “La Bordadora”, aquel que fue goleador de Racing por los años ´35, ´40.

La cuestión es que el “Zito” se cruzaba siempre a la despensa de mi vieja y me daba manija con Racing. Hasta le compraba golosinas a mi vieja y me las regalaba para convencerme. Pero claro, él la tuvo fácil conmigo, porque era por el ´66, ´67, cuando salimos campeones de América y del mundo. Así que se ve que no la pensé mucho.

Pero lo que se vino después. ¡Mamita! Después tuve que esperar 35 años para festejar otro campeonato.

¡Y qué 35 años! Porque las que pasamos en todo ese tiempo, ¿no? Sí, tal cual. Aguantamos de todo. El descenso, la vez que le alquilamos el equipo completo a los mendocinos, el estadio destruído, que hasta llegamos a alquilarlo para depósito de papas, ¿te acordás?, qué bárbaro.

Y allá en el pueblo rodeado de gallinas y bosteros. “Ah, sos de Racing”, te decían, “Y bueno, qué se la va hacer”.

Nooo, era muy bravo.

Eso sí, eh, somos curtidos y solidarios. Allá, cuando nos enteramos que hay otro de Racing lo buscamos, es como incorporarlo a una logia. Nos tenemos identificados, es como un rótulo en la frente. No importa el oficio, la profesión, nada, para el resto de la gente somos “Fulano de Tal, ése que es hincha de Racing”.

Mirá cómo será, un día me dicen que el cura nuevo era de Racing. Yo no había ido ni a catecismo. El Padrenuestro lo sabía hasta donde dice "que estás en los cielos”, no más que eso. Para esa época ya tendría unos 18 años y les dije a mis viejos que el domingo tenía ganas de ir a misa. “Qué grande debe ser la cagada”, dijo mi viejo. 

La cuestión es que fui y me sentía como sapo de otro pozo. Al principio quería seguir la liturgia religiosa, pero no embocaba una, así que me quedé en el molde. Sólo pensaba en cómo llegar hasta el cura, la veía difícil. Hasta que en un momento veo que se arma una cola que enfila para el altar, y me mandé. Estudié un poco el asunto, puse cara de circunstancia, crucé las manos atrás y me dejé llevar lentamente. Cuando estábamos llegando me doy cuenta de que era para tomar la hostia. Pero ya no podía volverme. Cuando me tocó a mí, lo miré a los ojos, apreté los labios por las dudas, y mientras que con la cabeza le decía que no, me abrí la campera y le mostré la camiseta de Racing que llevaba abajo. El tipo se quedó con la hostia a medio camino y la boca entre abierta con una leve sonrisa. Se le iluminaron los ojos al curita. Nos quedamos mirándonos, se ve que más de lo habitual, porque la vieja que venía atrás nos apuró con una tosecita. Pero fue suficiente como para que el cura supiera que no estaba solo.

Después de la misa me buscó y charlamos un montón, nada de religión. ¡Bah!… sí, charlamos de Racing…

Es que somos pocos allá.

¿Vos sabés qué es lo que más nos gusta cuando venimos al cilindro? Esto de estar rodeado de tantos hinchas de Racing. No estamos acostumbrados a ser parte de una masa de gente toda de Racing.

Mirá que después de hacer 500 kilómetros venimos medio cansados. Nosotros salimos a las cinco de la matina para venir acá. Pero ya cuando encaramos para el puente Pueyrredón y empezamos a ver hinchas que van para la cancha se nos pasa el cansancio, sacamos las banderas por la ventanilla y empezamos a cantar. Ni te cuento lo raro que es cuando ya venimos caminando para el estadio rodeados de tantas camisetas y banderas. Raro y emocionante. Nos dan ganas de abrazarnos con todos.

Por eso los ves así, tan eufóricos. Mirá, mirá, mirá cómo cantan los tres abrazados. Yo los miro desde acá y siento la satisfacción del deber cumplido. ¡Ya está! Los tres son fanas de Racing.

¡Pero cómo la tuve que remar!

 ¿Sabés la que me pasó con el del medio? El del medio es el flaquito ése que anda gatillando fotos. Ése, sí, el de pelo cortito. Bueno, resulta que cuando era chico iba siempre a la casa de su mejor amiguito. Y eran todos de Boca en esa familia. ¡Y me descuidé! Me lo dieron vuelta. Y bueno, lo dejé, qué iba a hacer. Pasaron los años y yo veía que no le calentaba un carajo Boca. Pero me hacía el sota, no decía nada. Los que lo jodían eran los hermanos. Para que volviera, ¿viste? Yo nada. Y resulta que hace unos años, cuando él ya tendría unos dieciséis más o menos, empecé a notar que cuando iba a jugar un picado se ponía una camiseta de Racing. Yo con eso ya me conformaba. Pero un día nos hacemos un viajecito y lo trajimos a ver un Racing – River. Tres nos comimos. ¿Pero sabés qué? Se volvió loco, se cantó y se saltó todo, parecía un exorcismo, le salía el hincha contenido de tantos años. ¿Sabés qué me dijo después del partido?, “Ahora entiendo lo que es ser de Racing”. ¡Yo casi me caigo de culo! Y bueno, después de eso ya quedó infectado, y ahí lo tenés, abrazado con los otros dos hermanos.

¿Vos sabés que a veces pienso que yo los traigo a la cancha para verlos así abrazados? Yo me hago el gil y me quedo un poco más atrás. Entonces disfruto de verlos.  

Es que se me juntan las dos pasiones. Porque los hijos son como una pasión, ¿no? No sé, por ahí es tema para un psicólogo. Pero los chicos te alegran, te amargan, te hacen renegar, por ahí te sentís orgulloso, por ahí los querés echar al carajo. Pero al final siempre está ese vínculo tan fuerte, inigualable, incondicional. Como con Racing.

¡Pero cómo la tuve que remar, la puta madre!

Con el único que la tuve un poco más aliviada fue con el más chico. El más chico es ese flaco de rulos, sí, sí, es el más alto pero es el más chico. Con ése me ayudó un poco que lo vio campeón a Racing cuando tenía seis años. Ése ya ligó mejor. Pero igual, no me podía descuidar. Para colmo, desde que lo traje cuando era chico no lo podía ver ganar a Racing. O empatábamos o perdíamos. Yo pensaba que se iba a cansar de tanto sufrir. ¡Pero no, che! El tipo disfruta de cantar todas las canciones, no putea a los jugadores, no reniega, nada, él disfruta.

Miralos, miralos cómo disfrutan los atorrantes.

Vos sabés que, más bien que yo vengo para ver ganar a Racing. Pero, sino, ruego que por lo menos hagamos un gol. Porque cuando Racing hace un gol, ellos me buscan y me vienen a abrazar. Y nos abrazamos los cuatro gritando desaforados, y yo aprovecho y los abrazo aún más. Y llega un momento que ya no sé si festejo el gol de Racing o le estoy gritando gracias a la vida.  

¡Mirá, mirá, ahí entra Racing! ¡La vida es una fiesta!