viernes, 23 de diciembre de 2011

"No paniqueen"

Carta de El Flaco difundida por sus hijos vía Twitter.

Tiene cáncer. Sí. Pero de pulmón y está bien, "en pleno tratamiento hacia una curación definitiva".

No paniqueen. Los jefecitos de la primicia que buscan muertes redituables para sus tapas impactantes y suplementos especiales son "buitres de turno". Siempre lúcido.

Fuerza, Flaco.















Carta de mi Papá Luis Alberto

Buenos Aires                                                                                             Diciembre 23, 2011

Mi nombre es Luis Alberto Spinetta.

Tengo 61 años y soy músico.

Desde el mes de Julio sé que tengo cáncer de pulmón.

Estoy muy cuidado por una familia amorosa, por los amigos del alma, y por los mejores médicos que tenemos en el país.

Ante el aluvión de información inexacta, quiero aclarar públicamente las condiciones de mi estado de salud.

Me encuentro muy bien, en pleno tratamiento hacia una curación definitiva.

Quiero agradecer a todos por la buena onda que he recibido, y pedirles que no paniqueen, y no tomen en cuenta las noticias que han generado los buitres de turno.

No tengo ninguna red social, ni Twitter, ni Facebook, etc,  por lo tanto todo lo que lean al respecto es falso.

Pertenezco a Conduciendo a Conciencia, y les recuerdo que ahora en las fiestas, si van a conducir no deben beber.

Gracias. Los quiero mucho. Felices Fiestas.

Luis 

Fuerza, Flaco

Se confirmó –públicamente- que El Flaco está enfermo. Tristeza.

“Ni se te ocurra decirlo en la radio, eh. En serio pibe. El Flaco merece el mayor de los respetos.”, me dijo hace un tiempo un señor setentista. Respeto.

Fuerza, Flaco. Sí. Pero paremos la pelota. No todo cáncer es terminal. La información es escasa y los jefecitos de la primicia se pelean para ver quién invade más rápido y mejor –o peor- la privacidad de Luis y su familia.

Escuchemos. Como siempre. Escuchemos su música de vanguardia que nunca dejará de abrir puertas hacia lo desconocido. Escuchemos las letras del mejor poeta del rock argentino. Escuchemos cuando habla y enseña.

Hoy: escuchemos su silencio. Y respetemos su silencio.

Eso sí: fuerza, Flaco.




martes, 20 de diciembre de 2011

¡Cómo la tuve que remar!


¡Cómo la tuve que remar!

Por Pato Colombatti.

Miralos, miralos cómo saltan los tres abrazados, se cantan todo. Vos los ves ahí saltando y cantando todas las canciones y parece que se hubieran criado acá a la vuelta, en el pasaje Corbatta.

Pero no, eh. ¿Sabés cómo la tuve que remar para hacerlos de Racing? Sí, claro, vos la ves fácil porque seguro vivís acá, en Avellaneda. ¿O no? Y, claro, ¿ves?

Ustedes vienen al Cilindro cuando se les canta. Fijate cómo está hoy la cancha. Esto es una fiesta. Metés a cualquier pibe adentro de este carnaval y no hay manera de que no te salga de Racing. Pero, ¿vos sabés lo que es hacer un hincha de Racing allá, en un pueblito de La Pampa?

Lo que pasa es que allá la mayoría es de Boca o River.

¡Y te cagan la fruta, viejo! Vos no sabés las cosas que tuve que hacer para que no me los robaran. Para colmo hay una edad complicada para estas cosas, te diría que es más o menos en los primeros años de la escuela primaria, donde los chicos se prenden en la que está la mayoría. Imaginate una criatura a los seis o siete años; en medio del recreo, le preguntan de quién es hincha, “¿de quién?¿de Racing? ¡Pero si ustedes nunca ganan nada!”, les decían.

Y para colmo era cierto. Te venían con esa historia de la escuela y uno tenía que salir con “Sí, pero fuimos los primeros Campeones del Mundo”, “Por algo nos dicen La Academia”, “Tenemos los colores de la Patria”, y que sé yo cuántas cosas más buscaba uno en la historia de Racing para que no desertaran.

El mayor de los tres, ése de barbita, lo vio campeón recién cuando tenía dieciséis años. ¡Dieciséis años! Imaginate las que se tuvo que comer.

Cuando jugaba la Selección yo le decía que era Racing. Y gritábamos los goles como si fueran de Racing, eh. Se va al carajo, pensaba yo. Total la Selección tiene muchos hinchas. Entrábamos a los negocios de ropa deportiva para comprarle una camiseta y eran todas de Boca o River. “Lo que pasa es que somos muchos hinchas de Racing y se venden enseguida”, le mentía.

Nooo, ustedes no se imaginan lo que es hacer un hincha de Racing allá en el pueblo. Hacer uno ya es difícil, ¡yo hice tres! ¡Tomá! Que me los vengan a dar vuelta ahora.

Pero miralos ahora, miralos cómo saltan los tres abrazados, con camisetas, gorros, banderas. Se cantan todo.

Y fijate qué cosa rara, el caso mío fue al revés. Porque cuando yo era muy chico creo que era de Boca, no me acuerdo bien, pero si mi viejo era fana de Boca yo seguro que andaba por ahí. Resulta que teníamos un vecino, el “Zito” Paccioni, que era fana de La Academia y había sido un buen jugador de fútbol, ahí en el pueblo nomás. Y por supuesto, le decían Zito por Vicente Zito, “La Bordadora”, aquel que fue goleador de Racing por los años ´35, ´40.

La cuestión es que el “Zito” se cruzaba siempre a la despensa de mi vieja y me daba manija con Racing. Hasta le compraba golosinas a mi vieja y me las regalaba para convencerme. Pero claro, él la tuvo fácil conmigo, porque era por el ´66, ´67, cuando salimos campeones de América y del mundo. Así que se ve que no la pensé mucho.

Pero lo que se vino después. ¡Mamita! Después tuve que esperar 35 años para festejar otro campeonato.

¡Y qué 35 años! Porque las que pasamos en todo ese tiempo, ¿no? Sí, tal cual. Aguantamos de todo. El descenso, la vez que le alquilamos el equipo completo a los mendocinos, el estadio destruído, que hasta llegamos a alquilarlo para depósito de papas, ¿te acordás?, qué bárbaro.

Y allá en el pueblo rodeado de gallinas y bosteros. “Ah, sos de Racing”, te decían, “Y bueno, qué se la va hacer”.

Nooo, era muy bravo.

Eso sí, eh, somos curtidos y solidarios. Allá, cuando nos enteramos que hay otro de Racing lo buscamos, es como incorporarlo a una logia. Nos tenemos identificados, es como un rótulo en la frente. No importa el oficio, la profesión, nada, para el resto de la gente somos “Fulano de Tal, ése que es hincha de Racing”.

Mirá cómo será, un día me dicen que el cura nuevo era de Racing. Yo no había ido ni a catecismo. El Padrenuestro lo sabía hasta donde dice "que estás en los cielos”, no más que eso. Para esa época ya tendría unos 18 años y les dije a mis viejos que el domingo tenía ganas de ir a misa. “Qué grande debe ser la cagada”, dijo mi viejo. 

La cuestión es que fui y me sentía como sapo de otro pozo. Al principio quería seguir la liturgia religiosa, pero no embocaba una, así que me quedé en el molde. Sólo pensaba en cómo llegar hasta el cura, la veía difícil. Hasta que en un momento veo que se arma una cola que enfila para el altar, y me mandé. Estudié un poco el asunto, puse cara de circunstancia, crucé las manos atrás y me dejé llevar lentamente. Cuando estábamos llegando me doy cuenta de que era para tomar la hostia. Pero ya no podía volverme. Cuando me tocó a mí, lo miré a los ojos, apreté los labios por las dudas, y mientras que con la cabeza le decía que no, me abrí la campera y le mostré la camiseta de Racing que llevaba abajo. El tipo se quedó con la hostia a medio camino y la boca entre abierta con una leve sonrisa. Se le iluminaron los ojos al curita. Nos quedamos mirándonos, se ve que más de lo habitual, porque la vieja que venía atrás nos apuró con una tosecita. Pero fue suficiente como para que el cura supiera que no estaba solo.

Después de la misa me buscó y charlamos un montón, nada de religión. ¡Bah!… sí, charlamos de Racing…

Es que somos pocos allá.

¿Vos sabés qué es lo que más nos gusta cuando venimos al cilindro? Esto de estar rodeado de tantos hinchas de Racing. No estamos acostumbrados a ser parte de una masa de gente toda de Racing.

Mirá que después de hacer 500 kilómetros venimos medio cansados. Nosotros salimos a las cinco de la matina para venir acá. Pero ya cuando encaramos para el puente Pueyrredón y empezamos a ver hinchas que van para la cancha se nos pasa el cansancio, sacamos las banderas por la ventanilla y empezamos a cantar. Ni te cuento lo raro que es cuando ya venimos caminando para el estadio rodeados de tantas camisetas y banderas. Raro y emocionante. Nos dan ganas de abrazarnos con todos.

Por eso los ves así, tan eufóricos. Mirá, mirá, mirá cómo cantan los tres abrazados. Yo los miro desde acá y siento la satisfacción del deber cumplido. ¡Ya está! Los tres son fanas de Racing.

¡Pero cómo la tuve que remar!

 ¿Sabés la que me pasó con el del medio? El del medio es el flaquito ése que anda gatillando fotos. Ése, sí, el de pelo cortito. Bueno, resulta que cuando era chico iba siempre a la casa de su mejor amiguito. Y eran todos de Boca en esa familia. ¡Y me descuidé! Me lo dieron vuelta. Y bueno, lo dejé, qué iba a hacer. Pasaron los años y yo veía que no le calentaba un carajo Boca. Pero me hacía el sota, no decía nada. Los que lo jodían eran los hermanos. Para que volviera, ¿viste? Yo nada. Y resulta que hace unos años, cuando él ya tendría unos dieciséis más o menos, empecé a notar que cuando iba a jugar un picado se ponía una camiseta de Racing. Yo con eso ya me conformaba. Pero un día nos hacemos un viajecito y lo trajimos a ver un Racing – River. Tres nos comimos. ¿Pero sabés qué? Se volvió loco, se cantó y se saltó todo, parecía un exorcismo, le salía el hincha contenido de tantos años. ¿Sabés qué me dijo después del partido?, “Ahora entiendo lo que es ser de Racing”. ¡Yo casi me caigo de culo! Y bueno, después de eso ya quedó infectado, y ahí lo tenés, abrazado con los otros dos hermanos.

¿Vos sabés que a veces pienso que yo los traigo a la cancha para verlos así abrazados? Yo me hago el gil y me quedo un poco más atrás. Entonces disfruto de verlos.  

Es que se me juntan las dos pasiones. Porque los hijos son como una pasión, ¿no? No sé, por ahí es tema para un psicólogo. Pero los chicos te alegran, te amargan, te hacen renegar, por ahí te sentís orgulloso, por ahí los querés echar al carajo. Pero al final siempre está ese vínculo tan fuerte, inigualable, incondicional. Como con Racing.

¡Pero cómo la tuve que remar, la puta madre!

Con el único que la tuve un poco más aliviada fue con el más chico. El más chico es ese flaco de rulos, sí, sí, es el más alto pero es el más chico. Con ése me ayudó un poco que lo vio campeón a Racing cuando tenía seis años. Ése ya ligó mejor. Pero igual, no me podía descuidar. Para colmo, desde que lo traje cuando era chico no lo podía ver ganar a Racing. O empatábamos o perdíamos. Yo pensaba que se iba a cansar de tanto sufrir. ¡Pero no, che! El tipo disfruta de cantar todas las canciones, no putea a los jugadores, no reniega, nada, él disfruta.

Miralos, miralos cómo disfrutan los atorrantes.

Vos sabés que, más bien que yo vengo para ver ganar a Racing. Pero, sino, ruego que por lo menos hagamos un gol. Porque cuando Racing hace un gol, ellos me buscan y me vienen a abrazar. Y nos abrazamos los cuatro gritando desaforados, y yo aprovecho y los abrazo aún más. Y llega un momento que ya no sé si festejo el gol de Racing o le estoy gritando gracias a la vida.  

¡Mirá, mirá, ahí entra Racing! ¡La vida es una fiesta!


lunes, 17 de octubre de 2011

Lealtad Peronista

El Día de la Lealtad Peronista no es el 17 de octubre.

La carta que Perón le escribió a Evita -prisionero en la isla Martín García- el domingo 14 de octubre de 1945, es la primera y mejor demostración de lealtad al Peronismo.


Tres días. Tres días faltaban y ni Juan Domingo Perón lo sabía. 


Dicen que comenzó así:


Mi adorable tesoro:

                               
Sólo cuando estamos apartados de quienes amamos, sabemos cuánto les amamos. Desde que te dejé ahí, con el mayor dolor que se pueda imaginar, no he podido sosegar mi desdichado corazón. Ahora sé cuánto te amo y que no puedo vivir sin ti. Esta inmensa soledad está llena de tu presencia. 



Escribí hoy a Farrell, pidiéndole acelerara mi excedencia y, tan pronto salga de aquí, nos casaremos y nos iremos a vivir en paz a cualquier sitio.


Desde casa me trajeron aquí, a Martín García, y no sé porqué estoy aquí ni me dicen nada. ¿Qué te parecen Farrell y Ávalos? ¡Qué par de bastardos, hacer esto con su amigo! Así es la vida. Lo primero que hice al llegar fue escribirte. No pierdas los nervios ni descuides tu salud en mi ausencia hasta que vuelva. Estaría más tranquilo si supiera que no corres peligro y estás bien. Díle, por favor a Mercante que hable con Farrell para saber si autorizan que nos vayamos a Chubut. Creo también, que tendrías que poner en marcha algún tipo de papeleo legal.

Ten mucha calma. Mazza te informará de cómo va todo. Haré lo posible por regresar a Buenos Aires.


Si se acepta mi excedencia nos casaremos al día siguiente y si no, ya lo arreglaré todo de una manera u otra, pero sea lo que sea, pondremos fin a tu vulnerable situación. Amor mío, tengo en mi cuarto aquellas pequeñas fotos tuyas y las contemplo todos los día con los ojos húmedos. Que no te pase nada o de lo contrario mi vida habrá acabado. Cuídate mucho y no te preocupes por mí, pero quiéreme mucho porque necesito tu amor más que nunca.


Escribiré un libro sobre todo esto y ya veré entonces quién tenía razón. Lo malo de este tiempo y especialmente de este país, es la existencia de tantos idiotas, y como sabes, un idiota es peor que un canalla. 



Bueno mi vida, me gustaría seguir escribiendo todo el día pero Mazza te contará más de lo que yo te pueda decir. La lancha llegará dentro de media hora. 


Mis últimas palabras en esta carta serán para pedirte calma. Muchos, muchísimos besos a mi queridísima chinita.




---

domingo, 25 de septiembre de 2011

Diálogo con el pasado


Confunde un saludo que no es para él y se acerca. Pide fuego y se sienta con dificultad a fumar su tabaco. “Esto antes no era así, ha cambiado y mucha gente se ha ido”. Se refiere a Purmamarca, pueblo que quedó detenido en el tiempo porque es lo que vende. 

El “Chancho” Martín tiene 55 años y también quedó detenido en el tiempo. Es el pasado en persona.

Cuenta que aquí vivían muchos comunistas que reclutaban compañeros organizando asados y hablando de ideas muy raras. “Yo era joven y les decía que no se metan, que iban a terminar mal por guerrilleros. Y así fue... muchos no se han salvado”. No hay que ser muy lúcido para entender de qué no se salvaron y, también, que él sí se salvó porque “no fue comunista”.

“Yo estaba terminando la colimba y se veía venir...”. Me pregunta si sé algo de Perón y los Montoneros, si me gusta la historia y en qué año nací. El pasado estaba dispuesto a contar pero el alcohol lo distraía. Trato de encarrilar la conversación y que relacione la advertencia a los comunistas con su pertenencia al ejército.

Es ahí cuando no recuerda con claridad en qué año lo enviaron a Tucumán a “terminar con los subversivos guerrilleros comunistas de izquierda que estaban en el monte”.

Le digo que debe haber sido en el ´75. El 5 de febrero de aquel año, la entonces presidenta Isabel Martínez de Perón firmó un decreto que ordenó al Ejército Argentino iniciar la Operación Independencia en la provincia más pequeña del país.

El monte tucumano era zona de operaciones del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) entre otras organizaciones que en conjunto optaron por la vía armada.

“Estaban haciendo un desastre y había que terminar con eso. Nos mandaron al monte a matarlos, directamente”. Recuerda cómo los mataba.

“Tocaba sus cabezas y les pedía perdón”, dice mientras toca mi cabeza y pide perdón; “apuntaba a la cabeza”, simula un arma con su mano y apunta a mi cabeza; “¡pum!... y a la fosa”.

Sus ojos colorados y entrecerrados no se movían de mi cara buscando algún gesto de comprensión. A cambio sólo obtuvo una pregunta, necesitaba saber qué sentía al momento de disparar.

“Lo tenías que hacer, sino eras un traidor a la Patria”. Aparece el concepto de obediencia debida, aunque sea tan asesino quien da la orden como quien la ejecuta.

“Mi primo era guerrillero, yo le avisé”.

Señala un paredón del otro lado de la calle. “Los paraban en uno igual a ese, uno al lado del otro. El superior nos decía que quien quiera ser argentino que dé un paso al frente con el fusil...”. Imita la voz de mando y grita: “¿Quién es argentino, carajo?”.

En uno de esos paredones estuvo su primo y él se convirtió en argentino.

El pasado es un gran narrador además de asesino. Es capaz de describir perfectamente los detalles de lo vivido para transportarte al lugar y momento de la historia.

Prende otro cigarro, me pregunta si sé algo de Perón y los Montoneros, si me gusta la historia y en qué año nací. Su botella de agua mineral todavía tiene, no hay apuro.

“Lo que hicieron los militares no sé si estuvo bien –se desliga-. Pienso que hay cosas que había que hacerlas pero algunas no. Yo vi lo que le hacían a las mujeres, algunas embarazadas. Lo vi yo, no me lo contó nadie, eh”.

Así deriva en su paso por uno de los centros de detención más emblemáticos de la última dictadura militar. Ya no le creo demasiado, pero me interesa escucharlo. Baja la voz como si ni él mismo quisiera escuchar lo está por contar. “¿Sabe lo que es la ESMA? Queda allá en Buenos Aires. Yo estuve ahí...”.

El pasado y yo nos miramos fijo a los ojos, en silencio. Los suyos se comenzaban a llenar de lágrimas y los míos no puedo saberlo. Luego de unos segundos hace un movimiento con sus cejas, apenas las levanta, como cediendo la palabra.

“Sí, conozco. Hoy la ESMA es un museo”, digo. El pasado no lo sabía y tomó mis palabras a modo de reto. Agachó la cabeza y largó el llanto. “No quiero recordar, no quiero recordar”, dijo incontables veces como ordenando a su memoria que no trajera de regreso aquellos recuerdos.

“Sueño con todo eso, me despierto con todo eso. Estoy pagando en vida todas mis cagadas... yo sí las estoy pagando”. Busca responsables: “Ese Massera hijo de puta y todos los demás. Ellos estaban sentados en sus escritorios y los que matábamos éramos nosotros”. Se justifica y busca comprensión. No lo logra.

El “Chancho” Martín está libre y cuenta su historia. Los máximos responsables de la represión estatal de los años ´70 están muertos, en prisión domiciliaria o se abstienen de declarar en los juicios que avanzan en su contra. Sí, ese Massera hijo de puta y todos los demás.

Martín toma un trago, enciende otro cigarro y me pregunta si sé algo de Perón y los Montoneros, si me gusta la historia y en qué año nací.

jueves, 22 de septiembre de 2011

lunes, 19 de septiembre de 2011

Javier Martínez, un animal de escenario

Javier Martínez es el responsable de que el blues se cante en castellano.

Fue el cerebro del trío Manal, pioneros –con Almendra y Los Gatos- de la construcción del naciente rock argentino de finales de los ´60. 

Se define como un “animal de escenario” que la fama nunca tendrá como presa.

No reniega de su historia pero prefiere hablar del presente y el futuro, aunque se le escapen recuerdos y hasta algún detalle que los libros nunca registraron.

No cambió, y no tiene por qué hacerlo. Mantiene intacta la potencia cautivante de su batería y la agudeza de su pensamiento, que expresa entre risas cómplices, suspiros de reflexión y algunos insultos perfectamente ubicados.

Acaba de brindar un espectáculo casi íntimo en el subsuelo del mítico Jazz & Pop durante más de dos horas.

Se coloca el pulóver sobre los hombros y se sienta relajado a dialogar sin siquiera esperar una pregunta.

“¿Qué estás tomando, pibe?”. Le ofrezco un trago de vino tinto pero prefiere seguir con el agua mineral.

Javier, para saber de historia están los libros. Contame qué estás haciendo hoy.

- Javier Martínez: “Sí, y te agradezco porque como sabrás ya no hablo de la historia. Estoy haciendo lo que viste esta noche: estoy tocando. Y eso es muy importante”.

Escuché temas nuevos, inéditos. Uno es “Blues de Pappo”, ¿quisiste homenajear a un amigo?

- “Sí, lo hice porque yo fui muy amigo de Norberto. Lo escribí un año después de que se tomó el palo para el otro barrio. Lo escribimos con dos amigos, ´Pino` Callejas y Héctor Actis”.

- También tenés uno que escuché, alguna vez, pero cantado por Tanguito, “ElHombre Restante”. ¿La compusieron juntos?

- “La música es de Tanguito y la letra es mía. Él lo gabró, yo nunca. Hasta que decidí hacerlo. Como ahora voy a grabar ´Salgan al Sol` que yo se lo di en aquellos años a La Pesada.

“El tema que vos decís tiene una letra apocalíptica, dramática. No sé si me gustan esas canciones porque cuando las canto me arrepiento”.

- Claro, vos siempre fuiste muy optimista...

- “Sí. Me gusta generar alegría. Yo en una época era muy extremista, quería hacer letras que fueran una medicina, que cortaran las pálidas. Pero es muy dogmático, no se puede. Uno es un hombre más, estás en el mundo y en tu vida de poeta tenés días de bronca, de lágrimas y días de risa, entonces también tenés que hacer canciones que puteen un poco”.

- ¿Cuándo sale el nuevo disco?

- “El disco está grabado, estoy viendo cómo lo edito. Porque ya viví la experiencia con el disco ‘Basta de Boludos', que la compañía editó en 2003, pero lo sacó de las bateas y no está en ningún lado. Sí lo está vendiendo en internet y en los países extranjeros. Es una actitud que no me gusta. Así que vamos a ver qué pasa”.

- Es complicada la industria discográfica, ¿no?

- “Es muy rara la industria del disco. Es un mundo en el que no te quieren dar el lugar y, en realidad, no hay que pedirle el lugar a nadie. Por eso entró en crisis la industria de la música y empezaron a producir basura. 

Debe haber sido para darles una lección a los músicos que se metieron en política hace como 40 años”.

- ¿Los músicos no tienen que hacer política?

- “El artista no debe descender a la arena política, c
omo dijo Goethe. Vos como artista podés y debés tener una posición política pero volcarla a través de tu arte. No mezclarte entre los políticos porque sino sos un gil. No tenés que abandonar lo tuyo. Los políticos no abandonan la política y se sientan atrás de una batería a hacer el ridículo”.

-Más allá de los músicos políticos, ¿no hubo siempre una tendencia de las discográficas a ignorar el talento?

- “Sí, sí, siempre. Y ahora está totalmente acentuado.

“Pero es como nos dijo Salgán en los pasillos de Sadaic: ‘No se preocupen por esos vaivenes caprichosos de las discográficas. Ustedes acumulen obra, hagan muchas canciones buenas y acumulen’. ¡Y tiene razón el tipo! Porque de última, mirá, yo le debo mi carrera a un editor de partituras, al señor Ben Molar.

“Te doy un dato histórico que no figura en ningún libro, porque cuando no me preguntan de historia yo hablo: Ben Molar me editó a mí y a todos los pioneros de La Cueva en partituras antes de que nosotros grabáramos. Cualquiera podía comprar las partituras y tocar ‘La Balsa’, ‘De Nada Sirve’, de Moris, ‘No Pibe’, de Javier Martínez, pero nadie había grabado todavía... la industria del disco es así de compleja”.


- Además de la música, ¿nunca pensaste en probar con otras ramas del arte?

- “Un amigo que también es periodista me dijo: ‘tenés que escribir un libro’. Y lo estoy escribiendo. Le perdí el miedo a la primera persona y a contar mi vida que es una novela”.

- Tus letras siempre describieron al Hombre y el mundo, entre otras cosas. ¿Cómo ves a la sociedad actual?

- “Estamos en un momento de cambio. Me hacés pensar en Marshall McLuhan que dijo que los cambios tecnológicos traen mucha angustia.

“En estos primeros diez años del siglo nuevo, nos estamos empezando a acomodar a la angustia que produce internet y los teléfonos celulares. Los avances tecnológicos le traen al hombre muchas ventajas pero también mucho desconcierto, confusión. Estamos todos un poquito loquitos por esto.

“Hay que bajar un cambio, dos, tres; poner punto muerto y bajarse del auto... Estamos yendo a 600 kilómetros por hora y en cualquier momento nos damos una piña y vamos a parar a la mierda”.

 - Esa historia de la que hablás poco te otorgó mucha fama, aunque el término “famoso” está bastante manoseado. ¿Cómo la manejás?
 
- “La música popular tiene un problema muy grande para el artista que la cultiva. Si llega al éxito masivo, está en un problema el tipo: la fama. Es un síndrome contra el cual tenés que estar vacunado, y si no estás vacunado tenés que seguir un tratamiento y, a veces, es incurable.

“La fama es como un licor fuerte, es como la navegación: marea. Si vos sos un buen marinero no te mareás con la fama.

“Por ejemplo, a Spinetta nunca lo vi mareado. Lo nombré ´Gran Almirante` de la navegación de la fama. Al margen de que me parece un gigantesco poeta, un tremendo compositor y un gran intérprete, es un gran tipo.

- Una excepción…

“Claro. Otros tipos, que no voy a nombrar, conocieron un poquito la fama e hicieron desastres con su propia carrera, se autodestruyeron. Porque para estos tipos el éxito es insoportable. Suben a un escenario y les agarra pánico escénico.

“Lo que yo estoy disfrutando ahora es que me doy cuenta de que soy lo que los franceses llaman una bestia de escenario. Sin insultar a los animales y sin insultarme a mí. Yo me siento muy cómodo en el escenario, no sé lo que es el pánico y la fama nunca me afectó, por lo menos en mi madurez artística.

“A lo mejor cuando empezaba sí pero, ¿quién no es una ‘fanfa’ a los veinte años? Me decían: ‘¿Vos qué hacés?’, y respondía: ‘Yo soy un genio’. Y bueno, un poquito de autobombo en este laburo necesitás, pero nunca me la creí.

“Mi reflexión es: hechos no palabras”.

- Tu disco “Basta de Boludos”, ¿tiene que ver con eso?

- “Sí. Se lo escribí a los tipos que hablan mucho, que teorizan... y todo porque se marearon con cinco minutos de fama.

“Yo veo que todo el mundo toca instrumentos ahora, ¿viste? Todo el mundo es músico. ¡No puede haber tantos músicos, no puede ser que todos sean buenos!

“Tendrían que volver la autocrítica y los públicos duros como cuando empecé, que si tocabas mal o tenías algún problema de sonido en el escenario te cagaban a monedazos. ¡Podías abrir un plazo fijo con las monedas que te tiraban!”.

- ¿Sobran boludos en el rock?

- “Rock es Elvis Presley, los Beatles, los Redondos, Spinetta, Vox Dei, Sandro y Los de Fuego, yo formo parte de eso... son muchos. Pero hoy hay tipos que dicen que hacen rock pero son poperos”.

- La futbolización del rock, ¿entra en ese pedido de “basta”?

- “¡Sí! Y sin insultar al fútbol. El problema es que el rock se futbolizó y agarró lo peor del fútbol, si hubiera agarrado lo mejor, bueno...

- Los estadios, las bengalas, el aguante, ¿no?

“Yo no voy a tocar nunca más en estadios porque están hechos para el deporte. No suenan bien y se produce una anomia. Como en esos festivales donde hay doce bandas. El tipo que está caminando por abajo no sabe quién es el que está tocando arriba. El que está tocando arriba no sabe quién es el que está caminando por abajo. Es una ezquizofrenia, no tiene nada que ver con la música.

“No es rock, es ‘boludock’.

- ¿Es una culpa compartida? Músicos y seguidores.

- “Hay un problema de falta de autoridad del que está arriba del escenario. Zucumbir a la demagogia y permitir que esa hinchada, con barra brava incluída, sea la protagonista. Terminó en suicidio colectivo, es una tragedia que no tiene límites. Eso hay que tomarlo como una experiencia para que nunca más se vuelva a repetir.

“Formar la bandita de rock no es como formar un equipo de fútbol e ir a competir. El fútbol es un deporte y, por ende, es competitivo. El arte no, es estética, no es crear una banda de fanáticos que te sigan, una religión o una secta.

“Dejémonos de joder, el rock es una canción y eso está por arriba de todo. Es una dificil combinación entre música y literatura. ¿Te parece poco? ¡Y si no es así no es un carajo!”.


(Para escuchar lo último de Javier Martínez: www.myspace.com/manaljaviermartinez1)

Todo el día me pregunto

Sin ánimo para profundizar -o teorizar al pedo- sobre la relación entre la música que escuchamos -buena música que escuchamos- y los estados de ánimo -no siempre buenos estados de ánimo-.

Hoy es un día Manal.


viernes, 16 de septiembre de 2011

Milanesa de barro

Cuenta Spinetta, en “Barro, tal vez”, que si no canta lo que siente se va a morir por dentro. Así nomás. Punto.

Y me recuerda -me reprocha- que no tengo un blog.

Sí. No tiene un carajo que ver. Pero así es la era de la interné'. Atención dispersa, le dicen. Todo tiene que ver con todo -y nada tiene que ver con nada.

Al menos, El Flaco, me ayudó con el nombre. Barro. Linda palabra. Maltratada, como tantas.

¿Y esta milanesa quién la pidió? Bueno, la cena de anoche también ayudó. Incomible.

Como una milanesa de barro.

Sí. No tiene un carajo que ver.

---